Sobre los bosques de cemento

Sobre los bosques de cemento     x
trillados por el astro rey,
exultante en su demencia
la luz quiere colarse otra vez.

Pergaminos de alabastro se abanican
por las fachadas en tropel
tapizando hasta las sombras
de tan símil vetustez.

Trovadores furtivos
entre cristales, persianas y pared
despiertan al vulgo,
con la ortiga danzarina
de réquiem y amén.

Es el efebo
que abdica su desnudez
tributando con monedas
de jaspe y miel.

Sus pestañas de oro
ornamentan los esqueletos
de la cabeza a los pies.

En derredor, su calor,
-blasón enjuto-
tiñe cualquier palidez
con la esmeril mortaja,
emblema coqueto de doncel.

Sus guijarros son chispas
que desperezan al vulgo
en el paréntesis de su timidez,
hasta en esas horas de siesta
de la engruda idiotez.

Cansado, al atardecer
se desviste entre las montañas
de su traje de arlequín,
devorado en el estanque azul
con su traje de rubí.

Hasta que tire del cordón
que le lance al sumidero gris,
su amada, la luna,
esa señora
que le viene a despedir.

Y así, entre cabezas de alfileres
que zurcen al escondite
su brillo por los aires...
con las velas arriadas
se sujeta en el mástil
de su ir y venir.
Como casto
y cumplido embalaje.
Cobijo esperado/
fiel bisturí.








5 comentarios sobre “Sobre los bosques de cemento

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