Tengo una pandilla de guerreros x
agotados hasta los pañales de infancia
atrincherados en las vísceras.
Esta lucha clandestina
me horada dede las entrañas
sin previo aviso.
Me da sustos indigestos
hasta provocarme el vómito.
Son gajos de mi flaqueza
que se desgranan sin ningún esfuerzo
con los hilillos blancos colgando
junto a la lluvia de rocío graso-verdoso
que se expande como un aerosol
hacia el arco de mi mano
mientras la aprieto hasta abrirla,
con ese olor fijo
que me delata
que no me abandona...
A naranja podrida.
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