Tengo una pandilla de guerreros x agotados hasta los pañales de infancia atrincherados en las vísceras. Esta lucha clandestina me horada dede las entrañas sin previo aviso. Me da sustos indigestos hasta provocarme el vómito. Son gajos de mi flaqueza que se desgranan sin ningún esfuerzo con los hilillos blancos colgando junto a la lluvia de rocío graso-verdoso que se expande como un aerosol hacia el arco de mi mano mientras la aprieto hasta abrirla, con ese olor fijo que me delata que no me abandona... A naranja podrida.
