Como un ermitaño que busca la paz xx en esa tranquilidad consciente de su ser ante la muerte venidera... Vas abriendo un surco en la superficie de la tarta/carne con la punta de la lengua -bien afilada- de tan sólo un dedo de grosor. Buscas, te regodeas en el espacio intermedio que se suspende entre cada uno de sus espasmos/ tropiezos y suspiros. Cuchillas/hormigas que la recorren mientras se retuerce al ritmo que le marcan tus caricias sobre la perla en la sima/fondo de ese mar agitado. Girando el mundo sobre ese punto concreto del Universo -se hacen cardenales los monaguillos- Senderos de gloria allanan la espesura del bosque aún más tibia/cálida y húmeda que nunca... Dejándola demasiado viva y tierna en el asedio del temblar en su fortaleza. Moneda de cambio/traspaso del pecado original -todavía no resuelto- donde el cebo en su agonía atrae al depredador convirtiéndolo en su víctima. -¿Has terminado ya querido...? Tú qué crees...?
MUY BUENO
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No sé, no sé…
igual has ido demasiado rápido.
Esos senderos de gloria
hay que recorrerlos despacio,
saboreando cada milímetro,
haciendo estallar cada poro de su piel…
Un abrazo.
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