Yo descanso a la sombra xx
de mi ángel de la guarda.
El viento de sus alas
me indica/marca su presencia.
El roce de sus cabellos,
la cercanía de su silencio
y aún así
me caigo cuando tropiezo.
Le rezaba un Padrenuestro
todas las mañanas
a sugerencia de mi madre Soledad,
y hasta hoy
las rentas de esas plegarias
aún surten/transmutan su efecto.
Aunque me caiga de vez en cuando
creo que es
para que no me confíe.
Nuestro ángel de la guarda
debería morir y ser enterrado
con nosotros
en un ataúd de pequeño formato
para no molestar,
tan discreto como es él.
Todo lacado de blanco
a los pies de nuestra tumba/fosa
para levantarse
y contarle a todo el mundo que pase
las peripecias y fechorías
de los dos.
Si no lo hace así
es porque los servicios prestados
no fueron de su agrado,
o que es un gandul como yo
o un traidor como mi otro yo.
De todas formas
lo voy a querer y a necesitar
igual-mente.
Después de tanto tiempo juntos
se va pareciendo algo a mí,
como yo a él.
¡Somos ya tan iguales...!