Primero me convertí en sal x en un puñado justo/apretado, con el puño en alto, cara al sol golpeando con fuerza el tablón de la mesa... Que no se cayera de la mano cuando pedía o necesitaba algo. Después me oculté encerrado en dos senos de cristal de vidrio con cintura de avispa por donde ahora transito... Me paso de uno a otro tardando siempre igual para no inquietar al demonio del tiempo. Para no hacerle el menor daño, -chock- contra latidos/ alterando el pulso del reloj de la mesita de noche de mi ángel de la guarda con el que compite... Qué tranquilidad más ambigua/desigual dualidad extraña. Cabalgar siempre con la soga al cuello sin saber cuánto dará de sí... Si se detendrá el animal, o se partirá la rama. Pomposo visillo de novia inflado, insistiendo en volar antes que entrar en el agua. Altar del que nunca debimos salir ni asistir en pos del sacrificado... -¡No te entiendo... chaval! Pues que era monaguillo y me bebía el vino... -¿Y lo de la novia? Es sólo una figura literaria.
