A mi labio más sensible x con su piquito de pez volador de agua salada, de leche marina, casi siempre rebobinado sobre sí mismo. Un sólo pensamiento obra u omisión le hace falta para que se deje ver. No se queja aunque lo lleve colgando. Lo pongo en una cuna de algodón mirando al cielo para que se duerma. Si algo le despierta lo hace muy atento. Está obsesionado con la paja de interior, no la de granja, ni la de corral, ni siquiera la de la gran ciudad. Yo le digo que eso sólo es un tirón de orejas a la soledad. Apología cincelada entre los continuos paréntesis llenos de puntos suspensivos que hay dentro del párrafo de lo no escrito. Y lo lío más de lo que está, al pobre... Y aún que así se lo creyera... –porque todo es mentira- Él me pregunta: -¿Pero se nos caerá el pelo, el tuétano, la médula o el cerebro? -¿Se nos marchitará el espíritu santo apócrifo en forma de paloma? Yo le contesto que no, que todo eso no deja de ser una mueca a la desgana de algún matarife de porqueriza metido a redentor. Que presumiblemente quería tener a las pobres almas sumisas/sometidas, sin eso que todo lo devora y a todos nos gusta... Sabedor del peligro que eso conlleva. Es como un no echar el pie hacia delante, un quedarse quieto para más seguridad o qué sé yo... Pero, a todo esto, él con un gesto me indica que me deje de cuentos y vayamos al asunto. A lo que yo no tengo por más que obedecer. Porque él es mi amo/amuleto de la suerte y además es un encanto, cántaro de placer...