Como me cose este adagio x tricotando el junco ebrio del entendimiento. Me voltea en la mesa del futbolín donde los monigotes de mis gozos atravesados por el costado esperan que les llueva alguna bola/claridad cristalina desde arriba, a lo alto... La mala suerte hace que caigan siempre en campo contrario. La ventaja echada a los pies del enemigo que te espera de cara con su pelotón de fusilamiento. Empuñando, retorciendo el brazo, la muñeca escurre la pelota sobre el pecho del tablero haciéndote un gol magistral. Con un trueno seco suena el tambor cascado de la madera, hueco a la espalda del portero. Después de un ligero fragmento, leve segundo se oye como rueda la bola por los callejones persiguiéndola con el sentido del oído hasta que topa con el tablacho... Resorte, manivela que la hace quedarse quieta amontonada con las demás esperando otra moneda que sabotee/suelte el percutor y desparrame de nuevo todos tus sesos por el cajón... -¿Cúantas partidas llevas ya perdidas, tío?
