Andan los demonios

Andan los demonios          xx
capando angelitos por el cielo...
Los cuelgan de un banco de madera,
les sujetan el hocico y las alas
les levantan los faldones,
les agarran de las piernas/sandalia
atando cada una a un lado de la escalera
tirando de la bolsa del escroto
y ¡zas!
Con un certero corte recolector
acaban de un tajo
sobre las dudas que pudiera existir
respecto a su sexualidad/vicios/género...

Alegan en su defensa los infractores/
dueños/principiantes/príncipes del diablo,
ilegitimados vengadores.
Dicen...
que no les hace falta,
entretenidos como están
con tanto jueguecito/revuelo/mariconeo
por los jardines 
de la bóveda celeste...

A ver si toman vuelo alto y se alejan/
dejando de una vez y por todas
en paz a los suyos/su presa propicia/
preferida
sus corderos...

Ya que el Buen Pastor
también pasa de ellos, y parece
que anda liado en otra corte/orden de cosas/
otros suculentos.../jugosos menesteres.
-Pedir la dádiva en el intermedio/interludio 
en la Santa Homilía del Angelus
en la Basílica de San Pedro-

-¡Así vamos todos...! De culo y cuesta arriba,
como Sísifo y la hormiga; 
rodando la bola...

No me pidas la perfección…

No me pidas la perfección...            xx
-aunque sea justa y necesaria-
pues lleva mucho trabajo/dedicación.
¡No me da la gana de hacerlo!
-¿Qué?
¡Cómo lo oyes...!

Es un acto reflejo,
un acto lógico de defensa/
deshidratante
en la desembocadura
de mis aconteceres tribales
-jocosos y domésticos...-

Tal vez, ese empeño/
ese tiempo espinoso -esponjoso
que escatimas...-
Sea/fuera más útil, más beneficioso
emplearlo en otros menesteres...

Además, en segunda persona
ya no soy yo,
eres tú
-siempre de cerca...-
Esa mano guía
al pescuezo.

-¡Para aullar/ -de cafre-!
¿Y qué haces tú aquí
...me pregunto/ -a todo esto-¿?