Nunca desee que fueras mía xx
ni suya
acaso de nadie...
para poder seguir adorando tu imagen
en ese templo tan bien custodiado.
Lo supe desde que te vi
con el primer reposo de la mañana
en el primer descanso de la partida
que he de perder.
Desde la capota de un crisantemo
que nunca abrirá.
Desde el borde de una lágrima descuidada.
Desde el pistilo del alma en flor.
Desde unas fauces astilladas salivando...
Sentado en el lecho de muerte
te saco burla
con la misma lengua que te dio la palabra
con la que nos quitó el silencio.
Y no me digas basta, porque nada de todo esto
está ocurriendo/ha sucedido...
¡Jamás!