Por el huerto…

Por el huerto...          x           
mis cadáveres de futuro andan sueltos
comiendo de cualquier hierba.
Hortalizas de labranza
abandonadas por el terco recolector
ahora metido a fariseo...

Con la tierra recién regada
-de la sabiduría propia del homo sapiens-
van dejando huellas 
losas/zuecos de tarquín 
donde te sumerges y no te sueltan...

Hundido más allá de los tobillos
casi hasta las rodillas/
filo de las botas/katiuskas
ya no me puedo mover. 

Malabarista, mestizo de hambres... 
me estiro/comprimo y descalzo
como una lombriz para despegarme. 

Y es justo en ese punto 
cuando me vuelvo hasta más natural/
sencillo, simpático, cordial y amable
paranoico/para nada y 
para todo... 

Es cuando me parezco a mí
que me convierto en otro cadáver, preso
pero algo más real y funcional...
Pues me veo como a un esqueleto en su jaula/
con persona incluida
etiquetado,
listo para el trasbordo/abordaje
traslado al mundo de los espíritus
de la mano/hasta el ojo 
del triangulo del Señor...

Es cuando empiezo a gustarme a tope/
a salivar/destilar veneno 
por los cuatro puntos cardinales
poros de la piel...
Y desde mi aliento fétido, como el de un dragón 
que se hubiera comido un cerdo podrido;
despega mi alma hacia el cielo/
ciclo de la reprodución asistida/
reencarnación necesaria
programada 
-junto a mis otros numerosos "yo"-
en busca de la perfección. 

Mientras observo -como buen samaritano
navegante- 
el cuerpo de la naturaleza 
desde la misma altura/
gestación que yo me voy imponiendo
en la posición de siempre -en automático- 
ante esa foto fija seductora, 
que no cesa/
             -la muerte-
abierta de piernas 
ante mí.

Porque yo soy un poco raro
al interpretar el día a día...
-¡Sí... y un poco lila también!




El camino que elegimos…

El camino que elegimos...       xxx
  nos conduce a todas partes/
 ¿Es un dilema?  
-¡Qué más da! ¿A quién le importa?

Lo agarré/lo arranqué del suelo, 
lo tomé en mis brazos
y lo acuné...
Lloraba desconsolado, compungido como un bebé.
     Ya no hay sitio ni cuna para ti -le dije-
     Y me mordió en la mano 
con sus encías de angelito sin dientes.

Ahora, cada mojón/señal de/ a sus orillas...
-entre las hierbas y el polvo-
me recuerda lo que me hace sangrar –hoy-.
Los recientemente aparecidos 
  -cuchillitas de leche de piedra-
  de las que huyo.

Y me vuelve a morder y no me suelta...
hasta que se queda con algún dedo roto/
-trozo de carne-
como si de un juguete o regalo se tratara.
Mientras se calla y se lo traga 
                 sin rechistar.

Así me va devorando
el camino, la boca del tiempo, 
                  y el niño que me crece
y no conoce de su amo más que el hambre...