Yo descanso a la sombra xx de mi ángel de la guarda. El viento de sus alas me indica/marca su presencia. El roce de sus cabellos, la cercanía de su silencio y aún así me caigo cuando tropiezo. Le rezaba un Padrenuestro todas las mañanas a sugerencia de mi madre Soledad, y hasta hoy las rentas de esas plegarias aún surten/transmutan su efecto. Aunque me caiga de vez en cuando creo que es para que no me confíe. Nuestro ángel de la guarda debería morir y ser enterrado con nosotros en un ataúd de pequeño formato para no molestar, tan discreto como es él. Todo lacado de blanco a los pies de nuestra tumba/fosa para levantarse y contarle a todo el mundo que pase las peripecias y fechorías de los dos. Si no lo hace así es porque los servicios prestados no fueron de su agrado, o que es un gandul como yo o un traidor como mi otro yo. De todas formas lo voy a querer y a necesitar igual-mente. Después de tanto tiempo juntos se va pareciendo algo a mí, como yo a él. ¡Somos ya tan iguales...!