Estiro el cuerpo extraído de su caparazón con el filo de los dientes, con la punta de la lengua, con la de un palillo/tenedor. Pero vuelve el muy bribón a su forma original, a su forma espiritual/de la espiral como al principio. Me da no sé qué tragármelo, se parece tan poco al de fuera tanto a él, a mí... Siempre hay una voz que hace de fiel, pesa y balanza detrás de cada uno -independiente y callada lejos del mundanal ruido- que continúa llamando a cada cosa por su nombre. -No sé.
