Nunca desee que fueras mía xx ni suya acaso de nadie... para poder seguir adorando tu imagen en ese templo tan bien custodiado. Lo supe desde que te vi con el primer reposo de la mañana en el primer descanso de la partida que he de perder. Desde la capota de un crisantemo que nunca abrirá. Desde el borde de una lágrima descuidada. Desde el pistilo del alma en flor. Desde unas fauces astilladas salivando... Sentado en el lecho de muerte te saco burla con la misma lengua que te dio la palabra con la que nos quitó el silencio. Y no me digas basta, porque nada de todo esto está ocurriendo/ha sucedido... ¡Jamás!
