Me gusta pensar xx que nuestra existencia/vida navega por una plataforma/frecuencia de onda espacio tiempo en su cápsula... Que lo que ya está pasado o está pasando se queda grabado, ocupa un lugar y nada lo va a adulterar, modificar, atrofiar ni detener una vez haya sucedido. De cuando empezó o cuando acaba, ¿qué nos importa? Entre otras cosas, porque nos pilla muy lejos. Una vez que tenemos conciencia de nosotros -y eso es lo interesante- Una vez que sabemos que somos alguien, de que hemos sido posible, es todo cuanto necesitamos saber. Estamos en una cuadrícula/mapa del universo viajando a gran velocidad desde el inicio de la gran explosión... Y no cesará hasta el infinito de la conjunción de todas sus fuerzas en un punto único, de nuevo. Y así una y otra vez, sin fin... En eso consiste la eternidad, y no en cualquier nimiedad/remedio casero. ¿Para qué aspirar a otra cosa menos insignificante? Pero cuando pienso en el descalabro/descanso de mi cuerpo reposando en su ataúd para siempre, me da flojera. Pero también me da ánimos reconfortantes para no desfallecer al pensar que mientras sintamos con ilusión que tenemos una tarea que cumplir todavía no estaremos muertos. -Y yo tengo un montón. Entonces pasarán, pesarán los días y en un tiempo, no muy lejano, al doblar una esquina como tontos, tantas veces, se divisará, nos veremos en otro horizonte que desconozcamos en el que no valdrán los “GPS” ni la cartografía digital de rabiosa actualidad. Porque estaremos borrados del mapa de los hombres. Allí te espero alma de hoy, corazones afines leyéndole la mano a la gitana a las puertas del cielo. Mientras San Pedro y Lucifer se lo echan a suerte.
