Ricardo... xx Tenía hambre y con las horas brindaba. Su iris era una sábana de auroras inseminada. Su gentil lengua lindaba con los alvéolos del alma. Su cuerpo, cada mañana, bullía como daga preñada. Su trabajo era un palio anacoreta putrefacto. Pero flaca medalla colgó el destino a ese ser engatillado. A su nuca, un golpe oblicuo le llegó temprano. Fue en el seno indecoroso del aseo excusado, en el bar... -una caida- quien quebró su rumbo con implacable tajo. Allí le encontraron sin vida en un escorzo postdesmayo. Sólo tenía 27 años. ¿Y por qué a él... Señor? -dijo su padre-. Ya le llevo una vida entera de las suyas/ -de ventaja-. ¡Y qué he hecho yo... para merecerla?!