Huyen las olas x que la arena devora en continuos aletazos desplegados en zozobra... entre babeantes suspiros sin honra. Desarbolando el casto relicario con pregones de perpetua atonía que dejan en cueros vivos a la luz vidriada que las poseía. Hasta que se apaga el llanto en bonanza con la pueril brida de la azacaya, esa que siega y empapa la meseta que antes palpitaba.