Ricardo

Ricardo...       xx
Tenía hambre
y con las horas brindaba.
Su iris era una sábana
de auroras inseminada.
Su gentil lengua lindaba
con los alvéolos del alma.

Su cuerpo, cada mañana,
bullía como daga preñada.
Su trabajo era un palio
anacoreta putrefacto.

Pero flaca medalla colgó el destino
a ese ser engatillado.
A su nuca,
un golpe oblicuo
le llegó temprano.
Fue en el seno indecoroso
del aseo excusado,
en el bar... -una caida-
quien quebró su rumbo
con implacable tajo.

Allí le encontraron sin vida
en un escorzo postdesmayo.
Sólo tenía 27 años.
¿Y por qué a él... Señor? 
-dijo su padre-.

Ya le llevo una vida entera
de las suyas/ -de ventaja-.
¡Y qué he hecho yo... 
para merecerla?!


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